|

El lagartito salado y el fantasma del váter – Crónica de una feria con misterio

Penúltima noche de la Feria del Carmen y de la Sal. San Fernando brillaba con esa mezcla embriagadora de albero, farolillos y promesas que nunca se cumplen después del cuarto rebujito. La Isla entera danzaba entre sevillanas y reguetón como si no hubiera un lunes. Y nosotros, ingenuos como turistas en su primera Semana Santa, salimos a celebrar y yo, sin sospechar que aquella sería una noche de misterios… y sodio.

Una Cena Que Prometía Amistad y Buen Comer

Fuimos a cenar a un restaurante típico de los de toda la vida. De esos que no tienen florituras ni manteles iguales: unos de papel o tela, otros directamente sin nada.
Premonición: Empezamos con que teniamos que sentarnos 18 personas en una mesa para 15. Yo estaba en una esquina, no era el peor sitio, podía salir más o menos, pero había quien parecía atrapado en una partida de Tetris humano.
Pedí lagartito ibérico. Lo había probado en otras ocasiones y siempre bien, pero esta vez… esta vez parecía haber sido criado en el fondo de la Bahía. Salado como un chiste de Cádiz.
Después del primer bocado pensé:
—Esto no es lagartito, esto es una ofrenda al dios de las salinas.
Aun así, lo comí. Porque uno es valiente, además uno tiene orgullo y un estómago que aún cree en la redención.
Y tras una cena de risas, charlas y cervezas, salimos como manda la tradición hacia el ferial, que estaba abarrotado y fuimos buscando camino a una caseta donde poder pasar una gran noche de feria y poder olvidar el lagartito.

La Caseta: Un Espacio de Encuentro y Caos

Nuestra energía nos llevó a una de las casetas donde la fiesta y sin animo de hacer spoiler, se desataría con todas sus fuerzas. Al llegar, la caseta estaba tranquila, incluso un poco desangelada. Nos miramos como diciendo: “¿Nos hemos equivocado?”. No, bastó que entráramos para que todo cambiara.
A los diez minutos, depués de pedir los cubatas y lo que a cada uno le apetecía, aquello parecía la plaza del Rey en carnaval. Gente bailando, cantando, sudando. Una marea humana moviéndose al ritmo de sevillanas y reguetón ferial. No podías dar un paso, y salimos un poco a la salida donde algo de aire podiamos respirar. La noche continuó, seguimos bailando, charlando, bueno chillando, y al poco tiempo, justo cuando estábamos metidos en el meollo, cubatita o lo que fuera en mano y alegría a flor de piel… Justo ahi, el lagartito reclamó su venganza. Y después de beber tanto…sentí el apretón prostático y supe que había llegado el momento de buscar el aseo.

La cola de váter: un viaje de fe.

Solo había un baño y una cola que daba más vueltas que un carrusel de feria y más larga que una promesa electoral. Una cola mas filosófica que higiénica. Gente sudando. Gente rezando. Algunos ya oteando los árboles cercanos como alternativa viable, pero la multita de los guardia están al acecho y eso les hacía rezar un poco mas a ver si la cosa se aligeraba.
Cuando por fin me tocó, avancé como quien accede a un templo prohibido, caminé hacia el baño como un caballero medieval entrando al castillo del dragón. Solo que en este caso, el dragón era el váter.

Un Encuentro Sobrenatural en el Váter

El baño estaba medio en penumbra, el espejo empañado, y escrito con el dedo: «Aqui va lo salado». Una frase, una advertencia, o quizás un epitafio.
Silencio. El grifo goteaba como marcando el tiempo. Oriné rápido, con solemnidad. Y justo cuando estaba por lavarme las manos, lo sentí: Un susurro suave, helado, como un viento invisible detrás de la oreja.

“No debiste pedir lagarto”. Me giré. Nada. Solo mi reflejo, un poco más pálido.

“No debiste pedir lagarto”. Otra vez. Me apresuré y salí ligerito y en silencio. Cambiado.

Reflexiones de una Noche Enigmática

Salir de ese baño fue como regresar de un viaje a través de lo desconocido.

—¿Qué ha pasao, quillo? —me preguntó uno en la cola.
—He visto cosas que no deberían pasar en un baño de feria.
—¿Tan mal está?
—No, el váter como todos los de feria pero…. El espejo habla.

Aquel encuentro con lo inexplicable me dejó con más preguntas que respuestas, pero, sobre todo, con una historia que contar. La vida, al igual que la feria, está llena de momentos insospechados que nos desafían a encontrar el equilibrio entre lo cotidiano y lo extraordinario. A veces, un simple plato de comida puede convertir nuestra percepción de la realidad y regalarnos una anécdota que nos acompañará a lo largo de los años.

La Feria del Carmen y la Sal no solo es el escenario de tradiciones; es un recordatorio de que cada instante tiene el potencial de ser memorable. Un buen amigo resume este tipo de experiencias con una frase que se queda grabada en la memoria: «La vida es lo que hacemos de ella, pero las mejores historias están tejidas con lo inesperado.» Así que, la próxima vez que sientas que has mordido más de lo que puedes tragar, recuerda que a veces el caos es solo el preludio de la magia y el misterio.

¡Atrévete a vivir lo inesperado!

No tengas miedo de lanzarte a la aventura, sobre todo en un entorno tan dinámico como una feria. La feria se va… pero los misterios quedan. Si la próxima vez ves una caseta medio vacía y decides entrar…
Piensa que quizá tú seas el detonante del caos. Y si vas a pedir lagartito…hazlo con moderación y con el riñón preparado por si viene guerrero.
Y sobre todo, si entras al baño y ves una frase en el espejo…No la borres. Puede que no la haya escrito nadie. O puede que sí. Y si la lees…Ya es tarde.
¿Tú también viviste un misterio esta feria? ¿Sentiste la presencia? ¿Sobreviviste a la cola del váter? Cuéntalo en los comentarios.
El lagarto ya lo olvidé.
Pero al fantasma del baño… lo sigo escuchando. JAJAJA.

Y aqui seguimos en Enigmas Nómadas donde te contamos estas y otras historias. No olvides de dejar tu comentario.

Publicaciones Similares

3 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *