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Sendero del Río Guadalmesí: Aventura Natural en Cádiz

¿Alguna vez has sentido el llamado de la naturaleza? El Sendero del Río Guadalmesí, enclavado entre el Parque Natural del Estrecho y el de Los Alcornocales, no es solo un recorrido para estirar las piernas: es un viaje que mezcla misterio, historia y hasta anécdotas con aguijón incluido. Y todo en un entorno que parece diseñado para recordarte que la naturaleza siempre tiene la última palabra.

Antes de lanzarnos a la ruta, hicimos parada estratégica en la Venta Pinto, en la Barca de Vejer. Allí nos armamos de valor con café, mollete y las inevitables tostadas con manteca colorá y paté. Porque sí, la épica se afronta mejor con el estómago lleno.

El Inicio Brumoso

La caminata comenzó en el área recreativa El Bujeo (km 95 de la N-340, entre Tarifa y Algeciras). Nada más llegar, nos envolvió ese cóctel tan propio del Estrecho: llovizna fina, viento juguetón y una neblina espesa que bien podría ser telón de una película de fantasía o de terror, según se mire.

El sendero, bordeado de monte bajo y brezo, brillaba con la humedad como si alguien hubiera fregado el suelo minutos antes. Cada roca resbaladiza recordaba, con sutil mala leche, que la gravedad nunca se toma vacaciones.

El Bosque de Ribera

A medida que descendíamos, el ambiente cambiaba. El viento se calmó, la lluvia se retiró y la niebla fue perdiendo protagonismo. El bosque de ribera nos recibió con alisos, quejigos y rocas tapizadas de musgo.  En medio, el Guadalmesí serpenteaba elegante, formando pozas cristalinas que parecían de spa natural… pero sin bata ni cita previa.

La ruta que hicimos fue la corta, de apenas 6,5 km, bien señalizada y de baja dificultad. Eso sí, conviene matizar: las bajadas y subidas con sus «escaleras naturales» de roca resbaladiza pueden dejar más de un recuerdo en forma de traspié. Nada grave, pero lo suficiente para que el calificativo de “baja dificultad” arranque una sonrisa cómplice entre quienes ya la han caminado.

El Árbol de las Avispas

Cuando todo parecía en calma, la naturaleza nos recordó su lado menos contemplativo. En un árbol junto al sendero, unas avispas territoriales decidieron ejercer de guardianas del bosque. Dos compañeros del grupo se llevaron un par de picaduras como souvenir. Nada grave, pero suficiente para bautizar aquel rincón como «el árbol de las avispas». Al menos, no cobraban entrada… y el extra venía de regalo.

El murmullo del agua del Guadalmesí, casi hipnótico, compensaba la escena. Y aunque las zapatillas cargadas de barro y arena tenían una opinión distinta, el valle invitaba a quedarse.

Vistas y Biodiversidad

El regreso fue más amable: un sendero ancho y bien acondicionado, de piedra pequeña y arena, que permitía caminar sin sobresaltos. Desde allí, con algo de vista de lince, se distinguía la Torre de Guadalmesí en la lejanía. Construida en el siglo XVI para vigilar que los barcos enemigos no se llevaran agua, hoy sobrevive como un guiño histórico entre montaña y mar.

Por el camino no es raro cruzarse con caballos, vacas o cabras que pastan en libertad, recordándote que aquí el terreno es compartido. Y en días despejados, el paisaje se abre hacia el Estrecho de Gibraltar, el monte Musa y la costa marroquí. Casi nada.

Consejos para la Ruta

  • Agua y provisiones: siempre a mano. No hay chiringuitos ocultos en el bosque.
  • Respeto al entorno: pedir permisos cuando corresponda y recordar que este ecosistema de laurisilva es un tesoro vivo que necesita cuidados.
  • Tiempo: la ruta corta se disfruta sin prisas, perfecta para dejarse llevar.

Conclusión con guiño

El Sendero del Río Guadalmesí es de esos lugares que combinan lo épico con lo cotidiano: comienza desafiante, se transforma en un remanso de paz, te sorprende con avispas celosas y se despide con historia y vistas. Una ruta que mezcla ejercicio, paisajes y anécdotas para la sobremesa.

¿Y tú? ¿Prefieres las caminatas tranquilas que se saborean paso a paso o las que ponen a prueba cada músculo? ¡Cuéntanoslo!

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