El Enigma del Número de Croquetas: la Estrategia Oculta Detrás del Tapeo
Estás en el bar de siempre, ese donde el camarero ya sabe si tomas la cerveza “con o sin vaso”, y entre charla y risas llega el plato de croquetas. Doraditas, crujientes, con pinta de haber salido del cielo directamente a la freidora. Pero algo llama la atención: son siete. Ni seis, ni ocho. Siete.

¿Casualidad? Ni por asomo. Detrás de ese número se esconde una estrategia más pensada que los horarios de las procesiones en Semana Santa. Un plan que combina matemáticas, psicología y la sabiduría ancestral del hostelero, que sabe mejor que nadie cómo hacernos pedir “otra rondita”.
La Estrategia del Número Impar: El Arte del Desequilibrio
Servir croquetas en número impar no es un descuido: es una jugada maestra. Si sois dos y llegan siete, ya hay lío. Si sois tres y llegan cinco, también. Y si sois cuatro y llegan nueve… pues ya estáis discutiendo quién se queda la última mientras el camarero os mira desde la barra con media sonrisa, sabiendo que al final vais a pedir otra.

Ese “desequilibrio” tan tonto es puro oro. Crea una pequeña tensión, un silencio de miradas donde la educación se pelea con el apetito. Y como somos gente civilizada, acabamos resolviendo el dilema como se resuelven casi todos los problemas en los bares: pidiendo más.
El Anzuelo Psicológico
Este truco funciona sin que te des cuenta. Es como cuando el camarero te pregunta si quieres pan y tú dices que sí, aunque no sepas muy bien por qué. El número impar despierta un resorte en el cerebro, ese que no soporta que algo quede “cojo”. Y ahí estás tú, atrapado en una partida de ajedrez gastronómico que el bar lleva ganando desde el primer pedido.

Números Primos: La Ciencia de la Tentación
Si nos ponemos finos, la cosa va todavía más lejos. Hay quien dice que los números primos —3, 5, 7, 11…— son los verdaderos protagonistas de este teatro del tapeo. Son indivisibles, caprichosos, como si hubieran nacido para crear conflicto.
Y claro, cuando intentas repartir algo que no se puede dividir, la armonía se rompe. Lo que era una tapita inocente se convierte en un dilema moral: ¿quién se come la última croqueta? El valiente, el glotón o el que mira para otro lado fingiendo que ya está lleno.
Mientras tanto, el restaurante sonríe. Porque entre la culpa y el hambre, la caja siempre gana.

Ejemplos de la Vida Real
Cuatro amigos. Cinco croquetas.
Uno dice “a mí me da igual”, otro “tú mismo”, y un tercero “pues la partimos, yo con un trozito…”. Pero todos sabemos que eso nunca acaba bien: una croqueta partía no es croqueta, es una tragedia.
Y ahí, en ese momento exacto, alguien suelta la frase mágica:
—“Pide otra ración, y así nos quedamos tranquilos.”
El camarero asiente, la cocina sonríe y el ciclo de la vida continúa.

Críticas y Perspectivas Alternativas
No todos los bares siguen esta táctica. Algunos sirven números pares —seis, ocho, diez—, y otros incluso te dejan pedirlas sueltas, como quien elige los pétalos de una margarita: “me quiere, no me quiere, me pide otra ronda”.
Pero, seamos sinceros: el problema no es el número. El problema es la naturaleza humana, que no soporta quedarse sin su parte justa. Y si encima la croqueta está buena, apaga y vámonos.

Conclusión: Filosofía del Tapeo
La próxima vez que te pongan un plato de croquetas delante, no te quedes solo con el rebozado. Observa el número, piensa en la estrategia y sonríe. Porque detrás de ese gesto tan simple hay todo un estudio de comportamiento humano digno de universidad… o de barra de bar.

Y al final, como en la vida, hay dos opciones: luchar por la última croqueta o pedir otra ración y brindar por ello.
Total, más vale pecar de gula que de mala educación, ¿no? 🍻
