Septiembre: El Fantasma del Despertador y otras Aventuras del Regreso.
Agosto guarda las chanclas en el cajón y septiembre saca el reloj de mesa. El sol parece acostarse un poco antes…¿o somos nosotros, que madrugamos de golpe? En cualquier caso, la vida se despeina y vuelve a peinarse: rutina en una mano, esperanza en la otra y un despertador que jura que no ha sonado tarde… pero todos sabemos que sí.
Hubo helados, hubo siestas indecentes y promesas de “en septiembre me organizo”. Ahora el calendario mira serio, como profe de mates el primer día. No pasa nada: la magia no se fue; solo cambió de horario.
El cole, la uni y el bolígrafo que no escribe
Niños con mochilas más grandes que sus espaldas, jóvenes con libretas nuevas y un lápiz que insiste en no arrancar. Vuelven los pasillos, los grupos de WhatsApp, los “profe, ¿esto entra?”. Vuelven también los reencuentros y esa risa tonta que hace que todo merezca la pena.
Trabajo: el calendario que se ríe
Se enciende el ordenador, se abre el correo y aparecen más notificaciones que mensajes de WhatsApp en Nochebuena. Sí, ya sé que estamos en septiembre y no en diciembre, pero la comparación sirve, ¿no? La avalancha es la misma. El famoso “estrés postvacacional” asoma la patita. Sí, eso: asoma la patita y uno piensa que debería traer manual de instrucciones y pastillas de goma de regalo. Tranquilidad: respirar también cuenta como trabajo (del bueno).
Esperando la llamada
Hay quienes miran septiembre con los dedos cruzados: currículums enviados, entrevistas que ojalá, una oportunidad al caer. A ellos, un recordatorio: la esperanza no paga facturas, pero abre puertas. Y el rumor de los teléfonos también se activa en septiembre.
Los abuelos: logística de alto nivel
Si España funciona en septiembre, es gracias a los abuelos. Mochilas, meriendas, abrazos a demanda y hasta historias improvisadas en la parada del colegio. Son los ingenieros del tiempo: hacen que el día se estire como chicle, que el cariño nunca llegue tarde y que, pase lo que pase, siempre haya un bocadillo esperando en la mesa. Porque, seamos sinceros, sin ellos medio país estaría en huelga de logística.
Gimnasios en temporada alta
Pesas con cara de pocos amigos y cintas de correr que, por desgracia, no corren por ti. Las promesas son sinceras —“esta vez sí, dos semanas mínimo”—, y aun así valen oro. Porque cuidarse empieza por intentarlo, por no rendirse a la primera agujeta y, sobre todo, por reírse un poco cuando el músculo se queja como si lo hubieran despertado de la siesta más larga del verano. Al fin y al cabo, hasta las mancuernas agradecen que alguien las saque a pasear.
La batalla invisible
No todos suben al tren de la rutina: hay quienes vuelven desde otro lugar, recuperándose de una enfermedad o de un accidente. Su septiembre tiene otro ritmo, más lento, más valiente. Cada pequeño avance es una medalla que no siempre se ve, pero que pesa más que cualquier trofeo. Aquí, la prisa no manda: manda el cuerpo, la paciencia y esa fe testaruda que dice “hoy un pasito, mañana ya veremos”. Y sí, a veces ese pasito se parece más a un pestañeo que a una zancada, pero cuenta igual. Porque en esta carrera el cronómetro no existe, y la sonrisa —aunque sea chiquita— siempre vale como premio extra.
El síndrome postvacacional y otras leyendas
Sí, existe: esa nube gris que te sigue hasta la oficina, al aula o al gimnasio. A veces es puro cansancio, otras una especie de duelo por lo que se acaba y, en ocasiones, simple vértigo de volver a empezar. El famoso “estrés postvacacional” no pide permiso: aparece, se sienta a tu lado y te mira con cara de “ya estoy aquí otra vez”. Antídotos probados: dormir un poco más, dejar que te dé el aire, charlar con alguien que no empiece la frase con “urgente” y, si todo falla, tomarte no un cafelito, sino un gran café. Porque no hay nube que aguante mucho cuando uno decide ponerle un rayo de humor.
Conclusión
Septiembre no es el fin del verano: es el principio de tu siguiente capítulo. Vuelven el cole, el curro, los gimnasios y también los silencios donde se cura lo que no se ve. Si el despertador te parece un fantasma, invítalo a un café. Si la agenda pesa demasiado, arráncale un par de hojas. Y si estás en camino de sanar, que nadie te meta prisa: los héroes también caminan despacio.
Y recuerda: si tropiezas, que sea con una sonrisa; si corres, que no sea detrás del bus; y si te caes… al menos que haya alguien cerca que se ría contigo (y te levante después).
Porque la vida —muy suya— cambia de horario, pero sigue siendo tuya. Y septiembre, como todos los meses, aún guarda algún truco escondido en la manga… casi siempre con más humor del que parece. Empieza cuando puedas… y ríete cuando te salga.
Perfecto