Un sábado de senderismo, historia y gastronomía en Algeciras: La ruta de la Garganta del Capitán
Ayer fue otro día de sendero con amigos, y como toda gran aventura que se precie y para no perder la costumbre, empezamos con una parada técnica: un desayuno de campeones en La Palmosa. Allí las tostadas como sabéis no son normales, son tostadas XXL generosamente untadas con manteca colorá, esa joya gastronómica andaluza que tiene más poder que un cargador rápido de móvil. Hubo quien se animó también con su buena ración de aceite, tomate, mantequilla, mermelada, y todo lo que la imaginación y el hambre permitieron.
Por supuesto, no faltó el café: bien cargado para los que necesitan cafeína como gasolina, y descafeinado para los que prefieren vivir la vida en modo ahorro de energía. El ambiente en la cafetería era un espectáculo: senderistas ultimando mochilas, moteros camino del circuito de Jerez comentando la última curva imposible, ya que era fin de semana de motos y alguna familia cargando bocatas como para cruzar el Sáhara.
Mochilas al hombro, calzado apretado, y espíritu aventurero a tope, nos montamos en los coches con destino a la esperada Ruta de la Garganta del Capitán. Una mezcla de emoción, nervios y la eterna pregunta: «¿Habrá mucha cuesta?».
Encuentro rural: las cabras guardianas
Antes de empezar de verdad la ruta, nos encontramos con una estampa de lo más auténtica: un pequeño local donde varias cabras con sus crías descansaban plácidamente, tendidas en el suelo, bajo la atenta (y somnolienta) vigilancia de dos mastines enormes. Los perros, dignos centinelas de la tranquilidad, nos miraron con cara de «pasad, pero sin molestar mucho». El ambiente rural nos arrancó las primeras sonrisas del día y alguna foto discreta, sin molestar a las verdaderas reinas del lugar.
Adentrándonos en la naturaleza
La caminata arrancó adentrándonos en el corazón del Parque Natural de Los Alcornocales, una joya natural que forma parte de la Reserva de la Biosfera Intercontinental del Mediterráneo. Desde los primeros pasos, el paisaje te envuelve: helechos de tamaño descomunal alfombraban el suelo, mientras alisos, laureles y fresnos forman auténticos túneles verdes. Cada bocanada de aire fresco era un regalo para el cuerpo y el alma, alejándonos del estrés diario y conectándonos con la esencia más pura de la naturaleza.
Encuentro animal: la cerda ibérica
Mientras avanzábamos entre la vegetación, sorteando helechos, alisos y algún que otro pie que acabó en remojo en pequeños arroyuelos que cruzaban el sendero, tuvimos un encuentro inesperado: una cerda ibérica con su cría y otro cerdito más nos cortaron el paso. Ellos, tranquilos, nos observaron con esa mezcla de curiosidad y desconfianza tan típica de los animales libres. Nosotros, por nuestra parte, pasamos despacito y con respeto, sabiendo que estábamos en su territorio. Fue un momento simpático y auténtico que nos arrancó varias carcajadas nerviosas.
El desafío de las cascadas
El sendero se puso más serio al llegar al desvío hacia la cascada de la Garganta del Capitán. Las pendientes se acentuaron, las piedras estaban húmedas y las zarzas nos obligaban a avanzar con cuidado.
No fue algo de gincana ni premio espectacular: solo unos cuantos del grupo, picados de curiosidad, se atrevieron a seguir el camino más abrupto hasta el sonido del agua.
Allí, la cascada se asomaba entre la maleza, vertiendo el agua en una poza sencilla pero encantadora. No hubo chapuzón masivo, pero quien llegó hasta allí pudo disfrutar de un momento de calma y de la vista de la caída de agua en silencio.
Viaje al pasado: tumbas y la cruz del Capitán
Volviendo al sendero principal, nos adentramos en un tramo cargado de historia: el Llano de las Tumbas. Allí, pudimos observar varias tumbas antropomorfas excavadas directamente en la roca arenisca, que datan de la Edad del Bronce.
Su cronología podría abarcar desde la Edad de Bronce, hacia el 1000 a.C, hasta tiempos paleocristianos sobre el 700 d.C. La imagen impone: piedras milenarias en mitad de la naturaleza, recordándonos que ya en aquellos tiempos alguien eligió este lugar como morada final.
Siguiendo el recorrido, nos topamos con uno de los puntos más esperados: la cruz del Capitán. No era una cruz enorme ni espectacular, sino una sencilla cruz tallada en la propia roca, humilde pero llena de historia. con la inscripción «Aquí yace Gabriel Moreno que falleció el 13 de junio de 1834 a los 77 años de edad». Cuenta la leyenda que allí está enterrado Gabriel Moreno Pantisco, soldado ilustre apodado «El ⁶Capitán» a causa del uniforme y los galones que llevaba al regresar a España. Acabó formando un grupo de contrabandistas y bandoleros por las sierras de Algeciras, murió de un tiro al huir de la justicia y en la misma piedra donde cayó los sepultaron sus compañeros . También cuenta la leyenda que en las
noches oscuras, cuando no luce la luna el capitán Moreno se aparece en un caballo blanco buscando a una persona que no le tenga miedo para revelarle el lugar donde están escondidos sus tesoros. La verdadera historia es que ahí yace Gabriel Moreno Cantalejo, trabajador del Molino de San Jose y que murio de cólera en la epidemia del siglo XIX.
Y, como no podía faltar, inmortalizamos el momento con unas fotos… porque la memoria es frágil, pero las redes sociales lo recuerdan todo.
Refrescón en el río y molinos escondidos
Continuando nuestra aventura, llegamos a la orilla del arroyo, donde el calor apretaba y las botas ya pesaban. Sin pensarlo mucho, nos descalzamos y mojamos los pies en el agua fría como el hielo. Fue un chute de energía inmediata.
Siguiendo el curso del arroyo, descubrimos los restos de los molinos harineros. Estas construcciones, aunque ahora invadidas por la vegetación, nos hablan de un pasado en el que el agua movía la vida de los habitantes de la zona. Los molinos de Los Alcornocales fueron vitales en el siglo XVIII y XIX, y hoy son un testimonio silencioso de la ingeniería rural de aquellos tiempos.
Festín final: arroz, pasteles y vistas de película
Con las piernas cansadas pero el corazón contento, nos dirigimos a Los Arcos, un restaurante local donde nos recibieron como a viejos amigos. Allí nos regalamos un arroz de categoría, acompañado de buen humor y anécdotas de la jornada.
Pero el día no terminaba todavía. La merienda fue en la Playa de Getares, disfrutando de unos pasteles frente a un mar tranquilo, mientras el sol caía lentamente sobre el horizonte.
Finalmente, pusimos el broche de oro visitando el faro de Punta Carnero. Desde allí, además de disfrutar del Peñón de Gibraltar, pudimos divisar la silueta de las legendarias Columnas de Hércules, formadas naturalmente por el Peñón de Gibraltar en Europa y el Jbel Musa en África. Estas dos moles, separadas apenas por el Estrecho, eran para los navegantes antiguos el fin del mundo conocido. Verlas desde Punta Carnero y desde una urbanización que hay mas arriba del faro al atardecer y con el mar en calma, fue como asomarnos a un libro de historia abierto ante nuestros ojos. Una imagen para enmarcar.
Conclusión: un sábado redondo
Naturaleza exuberante, historia milenaria, desafíos, risas y buena comida. Nuestro sábado en la Ruta de la Garganta del Capitán fue una de esas experiencias que se viven con intensidad y se recuerdan con cariño.
Un plan perfecto para los que buscan desconectar, descubrir y, sobre todo, disfrutar. ¡Ya estamos deseando repetir! 🌿🌊🍲